sábado, 30 de enero de 2016

El duelo

Hoy me encuentro en un camino que debía enfrentar hace mucho tiempo. Me encuentro en un paraje desolado, bajo un inmisericorde sol que quema incesantemente mi piel y asfixia mis pulmones. Al transcurrir un tiempo de larga e impaciente espera, logré divisar en el horizonte aquella persona a la cual yo esperaba. Faltando cien pasos para llegar hasta mí, se detuvo. Estaba vestido de negro, en su cintura yacía el brillo del metal al cual todo hombre teme, porque en cada silbido que expide su boca, puede irse tu alma. Pero eso a estas alturas del camino ya no me importaba, porque yo estaba allí para enfrentarlo.

En el ambiente sólo se percibía un calor infernal y un silencio aterrador, un silencio que sólo se siente antes que dos titanes midan sus fuerzas, un silencio en el cual puedes hasta escuchar las palpitaciones de tu adversario. Justo en ese instante sentí como el efecto de un torrente de adrenalina generaba una especie de descarga eléctrica que comenzó desde mis pies y subió hasta alcanzar mi corazón y mi cabeza, casi logrando que por un momento desviara mi profunda mirada de sus ojos, ojos en los que escudriñé hasta que conseguí alcanzar su alma y descubrí que al igual que yo, él padecía una pena y estaba consumido por el miedo, ese miedo que sólo hace mella en aquellos que saben que van a morir. Mis manos estaban inmóviles, porque a mi pesar, también sabía que podía ser mi momento de tocar las puertas del cielo.


Por fin llegó el momento y sin pensarlo más de una vez, mi mano desenfundó y descargó dos llamaradas de ese fuego interno que me consumía, que me carcomía. Pocos segundos después, vi como cuerpo se desplomaba y caía tendido en aquellas polvorientas tierras de nadie, aquellas tierras donde los más valientes han caído perdiendo su honor, su fe, su amor, su vida.

La alegría corría por mis venas, como un río sin cauce, desbocado como un corcel negro bajo una hermosa e inmensa luna llena y mi rostro se iluminó y el espacio fue llenado por mi estruendosa y disonante risa. Pero dicha alegría se esfumó cuando sentí entrar en mi cuerpo una bocanada de humo, un humo que me embargaba los sentidos. Comencé a sentir como mis pulmones además de asfixiados por el calor, pedían clemencia para vivir. Sentí como el humo me iba generando náuseas y mi cabeza comenzaba a dar infinidades de vueltas sin parar. 

Sin poder evitarlo, comenzaron a aparecer imágenes que me impresionaban tanto como el ver el útero de mi madre y sentir sus palpitaciones retumbando en mis oídos. Vi como mi niñez pasaba frente de mí, como morían mis seres queridos, como el mundo se descomponía y simplemente se iba por un caño, como se destruían unos a otros y sentí que mi odio y mi amor chocaban formando un gran destello que fragmentaba mi vida y como el estruendo de la explosión estremecía mis entrañas. Vi como crecía una inmensa masa incandescente que arrasaba las esperanzas e ilusiones; con estas el alma de aquellas personas que vivían de ellas. 

Sentía como todas estas visiones iban y venían y como poco a poco me iban enloqueciendo, hasta que llegaste tú y me extendiste tu blanca, delicada y hermosa mano. Por un momento llegué a pensar que todo era un amargo sueño, pero fue un intenso dolor el que me hizo volver a la realidad. Sentí como el destino tiraba de mi alma y como con cada tirón se iba escurriendo tu amor entre mis dedos.

Con el último esfuerzo que pude sacar de mi ser, caminé hasta aquel cuerpo tendido, que pertenecía a aquel ser que me había asechado tanto tiempo, infundiéndome un terrible miedo a perderte. Cuando llegué a él, logré ver que de sus ojos brotaban amargas lágrimas de sangre, sangré que olía a ti y en medio de aquel mar de sangre, con sus últimos suspiros logró decirme:


-Conseguiste que mis manos no pudieran tocarlas más, que mis ojos no pudieran contemplarla más, que mis labios no pudieran besarla más; pero lo que no sabes es que con mi alma se va ella.


Sentí como un zarpazo feroz desgarraba mi amor, mi odio, mi todo. Ya mis fuerzas se habían consumido como el cigarrillo que alguna vez me acompañó. Vi como su alma abandonó su cuerpo; pero lo que no vi fue como la mía lo hacía del mío. 


Caí sobre aquel cuerpo inerte, hasta que el ardiente e inclemente sol fue evaporando mis alegrías y mis más profundas emociones y fue dejándome sumido en una absoluta oscuridad, en la cual entendí que estaba solo en aquellas tierras de nadie y que estaba muriendo de y por amor.



Mi último deseo antes de morir es que me recuerdes alguna vez en tu vida como el hombre que más te amó y que por ese mismo amor fue capaz de morir desolado, en la inmensidad del horizonte, cara a cara con su rival y desangrado por una bala que le partió el corazón.





24/03/96



martes, 26 de enero de 2016

Sueños

“Hoy es el día, hoy es cuando me has dado la cara y es cuando te lanzo una profunda mirada buscando esos ojos, que a veces parecen filosas dagas, que en momentos me hacen perder la noción de la vida. Hoy es cuando te pido que lo pienses bien antes de decirlo y que cuando lo digas, lo hagas con el corazón en la mano”.
        Este pensamiento me ha perseguido como un perro de caza…

        … Pero yo sé que no se puede esperar que sea así, porque en esta vida todo es como un laberinto que cruza infinidades de veces nuestros caminos; pero muy pocas veces lo hace para que podamos seguir uno en común. Momentos como este, son en los que pienso que la vida es injusta y que el destino es la mano de algún ente que está muy por encima de nosotros y que nos mueve cual si fuésemos simples marionetas…

        Hay momentos que quisiera despojarme de este cuerpo que me ata a estar en el suelo, hay momentos que quisiera en la montaña más alta y lanzarme en picada para sentir la dulce y fría brisa que roza mi cara y mi cuerpo y que se acrescenta cada vez más, hasta que la fuerza tal que la piel se desprenda cual si fuese una vulgar serpiente; pero que al mismo tiempo de perder esa piel, surja una nueva, pero distinta.

-¿Qué es lo que quiero?- Me pregunto una y otra vez. 
-¡Una metamorfosis¡- Me respondo.

Y cuando esté a punto de llegar al final de mi asombroso viaje y esté por estrellarme y pasar a ser una masa amorfa (Una mancha roja al pie de la montaña más alta de este mundo, una mancha insignificante frente a este inmisericorde mundo… !Quizás¡ si quizás) poder alzar el vuelo y lograr alcanzar los espacios inaccesibles por el ser humano, poder ver desde lo alto la constante miseria del hombre, lograr sentirme en lo máximo del éxtasis y luego continuar mi vuelo hacia lo desconocido, hasta que desde la inconmensurable oscuridad surja una misteriosa mano y me atrape.

-¿Será que el amor es un misterio?- Me vuelvo a preguntar.
-Si mi querido amigo, el amor no es más que uno de los más complejos misterios de esta vida- Me respondo en mis adentros.

        Y yo sin más ni más, cual dócil paloma me dejo atrapar, confiando y brindándole todas las cosas buenas que puedo darle… Hasta que llega el momento en que los colores radiantes del paisaje se tornan grises, unos tonos grises tan mediocres, que el corazón se me endurece y se me parte el alma cual espejo al lanzarle una piedra… Es este momento donde aquella mano que se extendió para brindarte abrigo y calor,  se ha retraído, te ha dado la espalda y te ha empujado a un precipicio, en donde sólo quedarán los restos de alguien que fue maravilloso, encerrados en una cúpula de diamantes, muy hermosa; pero muy resistente...

        Pero como el PHOENIX he reencarnado y volveré a surcar los cielos y demostraré la belleza interior que poseo y juro que la pena que he sufrido no fue en vano y espero que la dueña de esa mano no se arrepienta, porque yo podría esperar por ella, aunque también podría ser como una rosa, muy hermosa, pero podría herirla con alguna espina, cosa que no se lo desearía a nadie…

        …Hoy sé que me falta mucho por recorrer y que es hora de partir; pero siento que me hace falta algo y creo que ese algo eres “”. Ahora, si no me quieres, pues no me importa, ya que he aprendido a no depender de los demás, especialmente de ti…

        …En este mundo no te queda otra, pues este mundo ha perdido sus valores, hoy los sentimientos se han deshumanizados o ¿Será que los humanos se han desensibilizados? Pues ya no sé qué pensar. Pues el caso es que yo también me siento insensible y quisiera tener una daga con la cual poderme abrir un costado y dejar salir toda la porquería y lo deshumano que por momentos siento que me domina; pero es algo  que se lleva adherido a la piel y que lo llaman “Ego”, quizás si no existiera no tuviésemos tantos problemas. Aunque piensen que estoy loco, no me importa, porque sé que en el fondo la gente en algún momento de su vida piensa esto…

        También hay veces que he querido ser parte del aire, para poder estar cerca de ti sin que me pudieses percibir, poder envolverte cual sábana de seda, para protegerte como una leona cuida a sus crías, para darte calor en esos momentos en que el frío te entumece hasta los huesos, ser el aire que respiras cuando duermes y traerte los mejores sueños y así poder sentirte más, mucho más cerca de mí. Pero estos son simplemente sueños que sabemos que no se cumplirán, sueños como a veces pienso que es la vida; un sueño del que si quisiera despertar, ya que por momentos parece una horrible pesadilla. Al despertar me gustaría hacerlo en una playa donde la brisa me sople en la cara, disfrutar el olor del mar, poder observar el maravilloso espectáculo del reventar de unas azules olas, dejando salpicar una blanca y brillante espuma, sentir los cálidos y radiantes rayos de un sol que está en medio de un cielo azul zafiro y ver las gaviotas y los pelícanos surcando el inmenso e infinito cielo; pero lo más importante es tener a mi lado a la persona que amo y que se que me corresponde de igual manera dicho amor, sintiendo como sus dedos se deslizan por mi negra cabellera y por mi espalda, logrando así complacer uno de los deseos más íntimos de este ser que se siente como un niño mimado y que ha comenzado un largo camino hacia la madurez…

        …para completar el interminable círculo de la vida.

Dedicado a esa persona que quiero y siempre querré y que ella bien lo sabe (JDV).

Asterión

PD: Palabras que se dicen o se escriben y que no se lleva el viento por ser tan pesadas como las piedras más viejas de este mundo, piedras que son testigos fieles de frases, hechos e historias de amor… Piedras que con el pasar de los años no se han desgastado como los sentimientos que están encerrado en mi corazón de cristal. Estos sentimientos luchan por salir a la luz del sol, un sol radiante sin ninguna nube gris que manche la sonrisa de aquella persona que alza la cara con la esperanza, con la ilusión de que la mano del destino la conduzca a los laureles de la felicidad. La felicidad que me produce el estar a su lado, el placer que siento el mirar sus ojos, respirar el aire que respira, aunque sea la última inhalación que tuviese en esta vida. Vida que está llena de vueltas y que a veces me hace sentir que vuelvo al mismo lugar donde comencé. Y para mi ese único comienzo y ese único final eres “”.


sábado, 16 de enero de 2016

Me descubrí queriendo ser padre

En medio de la penumbra del despunte del sol, del rugir del motor, del vaivén del autobús y mi somnolencia habitual de aquella hora del día; me descubrí observando a través de una ventana, pero sin enfocarme en algo específico !Que cosas tiene Dios y el destino¡ Lo que para cualquier persona hubiese sido una escena más en su viaje rutinario a la Universidad, para mi fue una revelación de lo que estaba por venir. 

Mi mirada se detuvo en un vehículo un tanto viejo en el cual viajaban dos personas. La primera era un señor que conducía, cuya edad estaría alrededor de los 40 años y la segunda era un niño que ocupaba el puesto del copiloto y su edad estaría alrededor de los 10 años. A partir de ese momento comencé a grabar cada instante como si fueran los cuadros de una película de 35 mm y mi mente comenzó a hacer de la suyas, es decir, me sumergió en un hilo reflexivo y un tanto mentalista.

En aquella escena yo veía al señor que hablaba y gesticulaba en dirección al niño, lo que me hizo entender que algo le estaba contando o explicando. Por otro lado, la cara del niño denotaba total atención y hasta admiración por aquel señor. Todos estos gestos y ademanes me hicieron entender que lo que yo veía era un padre compartiendo alguna historia o explicación con su hijo, durante su acostumbrado viaje hacia el colegio y el trabajo.

De pronto y sin mucha explicación, comencé a crear una empatía por aquella escena y una mezcla de sentimientos surgieron en mi interior. Sentimientos como: admiración, anhelo, ternura, comprensión; sentimientos que juntos eran extraños para mis cortos 18 años de edad. Esto me llevó a explorar mi futuro y comencé a dibujar en mi mente bocetos de momentos en donde mis brazos sostenían una criatura, mientras mis ojos de ternura lo contemplaban y una sonrisa de orgullo se dibujaba en mi rostro, momentos en donde jugábamos con una pelota y veía como mi muchacho se hacía grande y fuerte, momentos en donde mi mano reposaba en su espalda para alentarlo a que siguiera adelante y otros tantos momentos que circularon velozmente y que me hicieron entender que mi instinto paterno había nacido bajo aquellas circunstancias tan inverosímiles. Allí en ese autobús universitario, en medio de una gran avenida de la capital, rodeado de tantos jóvenes entendí una de las más grandes verdades de la vida "Lo único en lo cual podemos estar seguro que dejaremos en este mundo y esta vida, es nuestros hijos; es decir, ellos son nuestro legado".

Tres años después, me vi observando la foto de un ecosonograma preocupado por el bienestar de una "bolita" que sin tener boca me gritaba !Ya eres padre¡


martes, 12 de enero de 2016

Que significas para mi

Me preguntas que significas para mi... Y en estos días te dije que eras mi fantasía!!! Eres la persona que ha logrado irse metiendo en mi corazón y en mi mente, con la cual comparto el día a día, a la que espero cada mañana y no quiero dejar en la noche, con la que río, la que me hace poner malcriado, con la que disfruto y comparto tantas cosas, la que me hace querer más y más, con la que disfruto desde la amistad hasta la picardía, y otras cosas de mayor intensidad que estaría demás decirlas. Eres esa persona, que no esperaba y que llegó para darme ánimos, para cambiar mis perspectivas, para de alguna manera desordenar mis ideas, mis visiones, mis pensamientos y para luego ayudarme a ordenarlos. Dicho de otra forma, eres como esa parte que me hacía falta.

De lo nuestro... debo ser honesto, definitivamente es algo que no tiene explicación alguna ni sustento, es decir, es algo loco y complicado!!! Evidentemente con el pasar del tiempo ha cobrado más seriedad y de allí el que de alguna forma nos hemos estado exigiendo más; pero pienso que son cosas que pueden ser manejadas, siempre y cuando tengamos presente que la relación debe ser flexible.



Nuestra relación me gusta y me encanta por todo lo que dije anteriormente y no quiero que se acabe o por lo menos quiero que dure mucho más tiempo. Una cosa que me fascina y que me imagino que por eso también funciona (aparte de lo dicho sobre lo común en los gustos) es que nuestras diferencias nos hacen complementarnos y alternarnos, es decir, siempre estamos motivándonos continuamente. 

A veces si me da temor (y eso te lo he dicho) que no sepamos manejar esta situación con los demás, porque eso sería contradictorio con el principio de "esta es una relación de beneficios", así como también que alguno de los dos se enamore y el otro no. Quisiera que no nos ocultásemos nada y que siempre haya claridad. Esta es una relación, que me ha caído de sorpresa, que disfruto mucho y espero que te haga sentir lo mismo. Te quiero mucho, mucho y deseo que me sigas acompañando en nuestro vagón durante este tramo del viaje.




lunes, 11 de enero de 2016

Encontré mi Alter Ego

Recuerdo una vez estando en la flor de mi juventud en la casa de los máximos estudios !Mi querida Alma Máter¡ un profesor nos hizo analizar un breve cuento de Jorge Luis Borges. En medio de aquel análisis, el profesor nos hizo profundizar en la densidad e intensidad de las palabras de Borges, el cual desde una óptica muy particular parafraseó el mito del minotauro y el Semi Dios Griego Teseo. Esa visión mostraba a un minotauro un tanto soberbio y orgulloso, pero inocente, desprovisto de maldad, lleno de una profunda soledad y con un increíble deseo de libertad que lo llevara más allá de las infinitas paredes, patios, pesebres, abrevaderos y aljibes que lo rodeaban, tanto así que al final no ofreció ninguna resistencia. 

Esa imagen de aquel ser que externamente encarnaba la fortaleza, la valentía, la virilidad y que internamente terminó siendo un ser sensible e incomprendido que buscaba satisfacer sus carencias liberando su espíritu de las cadenas físicas que lo ataban, me cautivó. Es allí donde decidí adoptar como mi álter ego a aquel ser mitológico y desde ese entonces me ha acompañado en mis momentos más oscuros y de ansias de libertad. A continuación les dejo el relato original para que lo disfruten.




La casa de Asterión
Jorge Luis Borges



Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro: Biblioteca, III,I

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)1 están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.



FIN


1. El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.


domingo, 10 de enero de 2016

Contemplando al infinito

Un brillo deslumbrante en medio de una multitud de siluetas y rostros desdibujados por el anonimato que brindaban sus diferentes orígenes. Desde un principio, sentí una calidez especial en su mirar y en la luz que emanaba su sonrisa. Desde lo lejos la contemplé como a una estrella resplandeciente en el manto de color azabache del infinito firmamento. Cada titilar de esa estrella despuntaba en mi rostro y lo llenaba de alegría. En ese tiempo, trataba de estirar mis manos para alcanzarla y por más que de puntillas me parara, solo sentía el triste vacío del aire entre mis manos. 


Lo que son las cosas de la vida, un día el silencio de la rutina fue roto por un sonido que detuvo mi corazón por un par de segundos. Sin entender mucho lo que pasaba, sentí como poco a poco una voz comenzó a acompañarme en el transcurrir de mis días y como mis huellas dejaron de estar solas en una nueva ruta de mi vida que sentía que debía explorar. En sea encrucijada, no estaba seguro si dejarme llevar libremente por mis pensamientos hasta alcanzar el origen de mis sueños y fantasías o simplemente arrodillarme en el suelo y aferrarme a la razón para no dejarme mover por la tempestad. Pero sin darme cuenta esa dulce voz me fue cautivando, hipnotizando y haciendo que mi cuerpo se relajara de tal manera que sentía que flotaba, inclusive por algunos momentos llegué a sentir que podía volar. Al principio lo hacía sin que nadie me viese, luego dejó de importarme y comencé a hacerlo con normalidad en las noches. Es increíble sentir la libertad de manipular tu cuerpo a plenitud, sentir la brisa en tu cara, poder rozar el agua con tus manos, poder girar, subir, bajar, en fin poder disfrutar de la falta de gravedad.

Pero aunque por breves instantes lograba alcanzar esos grados de libertad nunca podía alcanzar la estrella que contemplaba desde hace mucho tiempo y siempre tenía que volver a la realidad de la atadura de mis pies al suelo.

Un día el destino en una de sus extrañas jugadas permitió que la voz dejara de ser solo voz, que las huellas dejaran de ser solo huellas y pude nuevamente sentir esa calidez especial de su mirar. Ahora mi estrella había descendido y no solo me regaló su luz sino también su olor, olor que me evocó a fino cacao y delicadas rosas. En esos días mi mirada ya no estaba perdida en el firmamento, ahora estaba enfocada, maravillada, simplemente extasiada al contemplar aquella imagen tan sutil, tan encantadora, tan hermosa. Poco a poco esa ilusión comenzó a materializarse y a llenar de calor mis manos, mis brazos, mi ser; a impregnarme de su aroma y a dejar un dulzor en mis labios, un dulzor como el néctar de la miel, con ciertos matices de vino y chocolate, que me hicieron embriagar y hacerme olvidar de mi existencia por breves instantes.

Al principio nos conformábamos con el refugio de nuestras miradas, con la melodía de nuestras palabras, con el deleite del festival de sabores de alguna comida, con la libre sensación de la brisa marina en nuestros rostros, con la risa generada por un artista de la calle, con una libre y divertida danza al son de una conga y un bongó. Luego fue inevitable resistir la tentación de disfrutar del dulce néctar de nuestros labios, labios que adoré desde un principio y que me hacían delirar por su firmeza y a la vez su suavidad como si fuesen pequeños botones de seda. Poco a poco me fui perdiendo en el infinito de su mirar y en la aventura de explorar cada rincón de su piel, cada colina y cada valle, cada claro y cada oscuro. Mis manos se deslizaban suavemente sobre mi musa, sintiendo cada roce como una sinfonía de texturas y que en algunos momentos me sentía como un escultor dándole forma a su representación de afrodita, a la estrella de sus desvelos, a la encarnación del deseo y la pasión prohibida pero a la vez de la inocencia y la ternura. Mis manos parecían chocolate oscuro derritiéndose en leche tibia. El contraste de nuestras pieles al ritmo de una melodía cautivadora e hipnotizante, nos permitía alucinar por horas sin miedo a que la luz del sol despuntando en el horizonte nos sorprendiera.

Pero mi Venus de occidente no siempre podía estar conmigo. Por largos espacios me dejaba suspirando, nuevamente contemplando al infinito y deseoso de sentir nuevamente su esencia, esencia que me evocaba a los días de vainilla de los cuales tanto me habló. De vez en cuando regresaba y con cada regreso, mi amor por ella crecía. Ya no era solamente una ilusión, ya no era solamente una fantasía. Cada vez que sentía su aliento sobre mi piel, el corazón se me desbocaba como indómito corcel, sentía un calor especial dentro de mí que iba en aumento y que llegaba a tal punto que me hacía sentir como volcán a punto de hacer erupción.

Entre tantas idas y venidas, un día conseguí un camino secreto hasta lo más profundo de su ser. Al principio fue un poco confuso y hasta difícil, pero poco a poco logré ir descubriendo sus joyas. El ritmo de su corazón marcaba mi búsqueda, su respiración acelerada me indicaba la cercanía de su mayor tesoro. En medio de aquel espacio solo se podía apreciar la danza de nuestros cuerpos en dulce sincronía, dejando fluir la pasión y la increíble sensación de conocernos más allá de nuestras pieles. Finalmente una sensación tan intensa nos hizo alucinar, dejándonos nuevamente conectados en nuestras miradas, ahora con un brillo de picardía y de complicidad.

Resultado de imagen para corbata rojaEl elixir del amor lo bebimos en muchas ocasiones, después de una buena comida, de un buen vino, de una buena música o incluso después de una buena película. Lo que nos importaba era lo que sentíamos en el momento, del calor de nuestros cuerpos, de lo delicioso que era besarnos y de dejar que se iniciara el juego de lo cóncavo y convexo. Siempre buscábamos la innovación, distintos bailes, probar nuevos sabores, palpar las distintas texturas de las colinas, jardines, cascadas y hasta llegamos a hablar de puertas blancas y corbatas rojas; para así cumplir sueños, fantasías y placeres.

Esa relación simplemente tenía tantos tintes de locura y era imposible de llevar a otros niveles, simplemente por la distancia entre el cielo y el suelo, simplemente porque su dueño era el infinito y la mía era la tierra. Pero eso no importaba porque nos habíamos prometido que este vínculo especial que existía entre nosotros se basaba sólo en beneficios y no en problemas ni preocupaciones. Lo más importante era esperar el momento exacto y perfecto para vernos y dejar fluir el cauce de nuestros ríos internos para que se unieran en uno solo.

El final de todo esto nunca pensé que llegaría, pero el suelo que sustentaba mi ser simplemente comenzó a derretirse y yo poco a poco fui hundiéndome en las horrendas profundidades de mis mas terribles pesadillas, haciendo que mi mirada se perdiera del inmenso infinito donde mi estrella titilara y ahora se perdiera en el oscuro de mi interior. Aun cuando me encontraba sumergido en aquel mar de amargura y desesperación mi tierno lucero no me abandonó y sacrificó parte de su brillo para arrancarme casi inconsciente de aquel inframundo sofocante. Una vez mis pulmones limpios de tanta inmundicia, levanté nuevamente la mirada y entendí que nunca mas volvería a volar, que mis pies seguían atados a la tierra y que el espacio infinito había ocultado a la constelación que yo mas anhelaba. 

Ahora simplemente me conformo con recibir ciertos destellos a cientos de años luz que nos separan, pero mi corazón se reconforta porque cada destello que recibo me recuerda que estoy vivo y que ella se encuentra feliz.  



sábado, 2 de enero de 2016

Una serie de desencuentros

Cada vez que avanzo más en edad, más me convenzo que las palabras que mi madre me decía no eran un simple capricho o para fastidiarme, sino que estaban colmadas de sabiduría. Esa sabiduría que se adquiere con el pasar de los años y la acumulación de la experiencia vivida. También es verdad que las palabras de un padre o una madre se logran entender por completo, una vez que uno se convierte en uno de ellos. Es como si el código secreto de ese mensaje se quebrara y deja al descubierto la verdad y simpleza de su consejo.

Entre esas tantas frases que mi madre me dijo recuerdo una en especial "Cada cosa tiene su momento". Por supuesto, en aquel entonces no las entendí y pensé "yo tengo edad suficiente para hacer esto o decidir aquello". 

También debo decir que fui adelantado a mi edad, siempre me gustó estar con personas mayores, me gustaron las niñas desde muy pequeño y siempre quise ser el primero en todo. Eso me llevó a tener un descubrimiento del amor desde muy pequeño ¡ahhh aquel tan preciado e inocente beso entre niños! y luego simplemente exploré la curiosidad que cada niño tiene sobre los besos de los adultos. Pero desafortunadamente el ser prematuro en estas lides me llevó a tener numerosos desencuentros amorosos que no lograba entender el por qué no conseguía quien me correspondiera. Así las recuerdo a cada una de ellas:
  • 1er grado: Mi primer beso inocente, Jenifer.
  • 2do grado: Susana.
  • 3er grado: Waleska.
  • 4to grado: Loana.
  • 5to grado: Hice pausa y tuve una gran amiga... Helena.
  • 6to grado: Carol.
  • 7mo año: Mi primera novia Adriana!!!
  • 8vo año: Isabel.
  • 9no año: Mayarí.
  • 1er año del bachillerato: Nadiuska.
  • 2do año del bachillerato: Gloria.
Todas ellas fueron grandes desencuentros a excepción de mi inocente Jenifer y mi bella Adriana. Unos por que no eran el momento, otros porque simplemente no hubo la suficiente chispa para avivar las brazas de un amor infantil - juvenil en nuestros corazones. Pero sin importar que no hayan correspondido mis sentimientos, lo que si estoy seguro es que cada una de ellas le dio material suficiente a mi pequeño Hamlet interno que a menudo en sus soliloquios desmenuzaba la proza y hacía aflorar el drama para alimentar mi decadente necesidad de sentir el dolor para luego querer resurgir de mis cenizas como aquella mítica ave fénix que mantengo en uno de los calabozos de mi laberinto.


La entrada a mi laberinto

Hoy en día después de analizar mi interior puedo decir sin duda alguna que soy una persona que se declara fan del arte dramático que desempeña una de mis múltiples personalidades que habitan en mi interior, la cual lucha a muerte en ocasiones con el regente de la casa que organiza todo simplemente aplicando la razón y la lógica. Este actor de reparto que en ocasiones se gana el rol de protagonista  muchas veces ha logrado despertar grandes pasiones en mi interior, causándome grandes momentos de felicidad, gozo y placer; así como también momentos de dolor, decepción y rabia. Cada uno de las escenas que ha representado este artista forma parte de mi laberinto y es lo que trataré de describir en mi blog.


Recuerdo a una maravillosa persona que en algún momento describió su vida como un viaje en un tren y que cada una de las personas que llegaban a su vida eran pasajeros que se encontraban en los distintos vagones del mismo. Algunos los describió como pasajeros forzados, otros simplemente se dejaban ver por un momento, otros fastidiaban su viaje y otros simplemente se lo hicieron interesante. Hoy en día creo haber sido uno de los últimos y por eso también me he inspirado y quisiera dejar plasmada parte de su influencia en mi.

Espero que se sientan bienvenidos y que disfruten cada uno de los parajes que se encuentran en mi laberinto.